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La pintora parisina Louise-Élisabeth Vigée Lebrun (1755-1842) fue una de las artistas más determinantes durante la Revolución Francesa.Su padre, también pintor, fue profesor de la Academia de San Lucas, aunque debido a su temprana edad cuando él falleció, su educación y formación artística corrió a cargo de Davesne y Doyen de Briard. Éste último fue quien la puso en contacto con las colecciones reales de pintura, lo que le permitió estudiar a los grandes maestros de la pintura.
Durante su carrera artística, en la que llevó a cabo más de 600 retratos y autorretratos, mantuvo amistad con grandes pintores como Claude-Joseph Vernet y Jean-Baptiste Greuze.
En 1774, con tan solo 19 años, fue nombrada miembro de la Academia de San Lucas, en la que su padre fue profesor, un gran logro para una mujer en aquella época. Dos años después se casaría con el marchante de arte Jean-Baptiste Le Brun. En ese mismo año, 1776, trabajó para la Corte Real, realizando un retrato al hermano del rey e introduciéndose así en los círculos cortesanos.
En 1779, con 24 años, retrató a la reina María Antonieta con traje de satén y una rosa en la mano, un verdadero hito de su carrera profesional. Más adelante, hacia 1782, llevó a cabo un viaje por los Países Bajos, siendo requerida a su regreso por la reina como pintora favorita, que se había convertido en su principal mecenas, lo que le otorgó un reconocimiento, prestigio y éxito sin precedentes tratándose de una artista. En 1783, bajo la influencia de la reina, fue nombrada miembro de la Real Academia y se convirtió en la retratista favorita de la sociedad aristocrática del París prerrevolucionario. Ese mismo año, no obstante, hizo un retrato de María Antonieta en el que portaba un ligero vestido blanco con un sombrero, una indumentaria que chocaba mucho con los rígidos y recargados vestidos de corte. Tanto, que la obra tuvo que ser retirada del Salón. Según un crítico de aquella época, muchos de los allí presentes encontraron “ofensivo ver a esas augustas personas en público llevando prendas reservadas para la intimidad del palacio”.
Tras el estallido de la Revolución, Vigée Lebrun se vió obligada a abandonar Francia el 5 de octubre de 1789, con destino a Italia. Y, lo que en este punto pudo suponer su final como artista, acabó suponiendo la proyección de su obra, su carrera y su éxito por Europa. Tras realizar numerosos retratos de importantes personajes de ese país, decidió marchar a Viena, donde se estableció entre 1793 y 1794. Continuó su periplo europeo, pasando por las cortes de Praga, Dresde y Berlín, para recalar finalmente en San Petersburgo, donde permaneció seis años. Su regreso a París se produjo en enero de 1802, trece años después de huir de su país. No obstante, más tarde abandonó nuevamente la ciudad para marchar a Londres, donde residió durante tres años y donde retrató a la nobleza británica, incluyendo al príncipe de Gales.
Después de aquellos años en Reino Unido, volvió a París, pero muy pronto volvió a marcharse, y se trasladó a Suiza entre 1808 y 1809. Allí tuvo ocasión de retratar a la baronesa conocida como Madame de Stäel, escritora y filósofa de origen francés. Cuando Vigée Lebrun estaba a punto de cumplir los 50 años, regresó una vez más a París, para establecerse definitivamente en una finca de Louveciennes. Continuó enviando obras a los Salones hasta el año 1824, aunque su producción se encontraba en decadencia desde 1810.
Pocos años antes de su muerte, sus memorias fueron publicadas en sendas ediciones, de 1835 y 1837. En ellas, afirma que le interesa captar la personalidad psicológica de sus retratados, pero este pensamiento contrasta con la aparente vacuidad de muchos de sus retratos. Sin embargo, coincide en esta característica con el resto de retratistas cortesanos de su época, que sin duda fueron una gran fuente de inspiración para ella. La Revolución Francesa truncó sin lugar a dudas su carrera artística en Francia, pero no en el resto de Europa. Fue una de las artistas femeninas más valoradas de su época, y de las más denostadas, con más prestigio, sobre todo por ser autora de algunas de las más grandes obras pictóricas de propaganda política del siglo XVIII al servicio de una idealizada imagen de la reina María Antonieta.
Su gran influencia en la historia del arte se ve reflejada en la actualidad en la película-documental del año 2015: Le fabuleux destin de Elisabeth Vigée Lebrun (“El fabuloso destino de Elisabeth Vigée Lebrun”).
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